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Hace exactamente tres meses escribía en estas mismas páginas el artículo Orgullo y preocupación, sobre una comunidad, la nuestra, con muchas luces que nos enorgullecen, pero con grandes sombras que nos preocupan. Ahora, en el ecuador de la Legislatura 2023-2027, en este mes de septiembre, la presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, ha presentado su propio balance bajo el título “Suma positiva”. Orgullo, todo; preocupación, ninguna. En un tono triunfalista, “Suma positiva” viste todo de optimismo. Sin embargo, la visión oficial que el Gobierno machaconamente intenta vendernos -Gobierno con la espada de Damocles sobre él por los supuestos casos de corrupción- contrasta con la realidad que percibimos empresas, ciudadanos y analistas: una tendencia de paulatino declive económico, cada vez más evidente, que empobrece a los navarros. ¿Es que todo va mal? No. Hay muchas cosas que van bien, pero la gran crítica que se le puede hacer a este Gobierno es pretender vivir de rentas, estancado, mientras otras regiones nos adelantan. Que la calidad de vida es excelente, sí. Que el gasto público y la recaudación están en máximos, también.

En materia de infraestructuras el Gobierno presume de avances en el Canal de Navarra, del Tren de Alta Velocidad o de la conversión en vía 2+1 de la N-121-A. Pero la realidad es tozuda: los grandes proyectos avanzan a un ritmo desesperantemente lento. El TAV acumula años de retrasos y todavía no hay un calendario creíble para su culminación, por mucho que se saque pecho por haber invertido en estos últimos años más euros que antes. El riesgo es que Navarra quede relegada en conectividad respecto al resto de regiones españolas, hipotecando su competitividad futura. Además, acabamos de conocer que la licitación de la Segunda Fase del Canal de Navarra se vuelve a retrasar y tardará aún varios años en ser efectiva para que la Ribera y sus agricultores puedan beneficiarse.

El capítulo de calidad de los servicios públicos del “Suma positiva” se centra en la gratuidad del ciclo 0-3 años, la recuperación de competencias como Tráfico y la mejora de la gestión de emergencias. Sin embargo, los datos de satisfacción ciudadana con la sanidad y la educación han caído en picado. La percepción de que la atención sanitaria se deteriora crece, las listas de espera se alargan y los profesionales reclaman recursos y planificación. El dato irrefutable: la contratación de seguros privados está disparada. En educación, los desafíos son igualmente profundos: los resultados internacionales, véase el informe PISA, muestran un grave retroceso. El gasto público, disparado y en récord histórico, no se justifica.

En cuanto a los derechos de la ciudadanía, se subrayan iniciativas en vivienda, cambio climático o igualdad. Pero la brecha entre discurso y realidad es evidente. El tema de la vivienda resulta sangrante: apenas se construye vivienda protegida. En 2024, por cada vivienda de protección oficial se levantaron cinco libres, cuando hace dos décadas la proporción era la inversa. Mientras la oferta siga escaseando los precios de la vivienda (libre) seguirán disparados. El acceso de los jóvenes a un hogar propio es cada vez más difícil, retener a ese talento en Navarra cada vez resulta más complejo pero, eso sí, se limitan los precios del alquiler en zonas tensionadas pensando que topando la demanda el problema se solucionará, cuando es precisamente al contrario: solo se va a conseguir, como se ha demostrado en otras zonas donde se ha puesto en marcha esta medida, que la demanda se retraiga.

En el terreno del desarrollo económico es probablemente donde más se estila el relato positivo. Se presume de presupuestos saneados y de un marco tributario estable, lo que es cierto. Pero la recaudación récord no se explica por un dinamismo económico sobresaliente, sino por una fiscalidad cada vez más asfixiante para ciudadanos y empresas. Estos tiempos de bonanza recaudatoria no se emplean para realizar inversiones, sino para aumentar el gasto corriente y el Capítulo I, el de personal. Mientras, la industria atraviesa dificultades y los datos muestran cómo Navarra no es una tierra atractiva para inversiones. Sin una política fiscal competitiva –veremos si finalmente se lleva a cabo una reforma en condiciones- y un entorno atractivo para la inversión y el talento, hablar de fortaleza económica y empresarial resulta engañoso.

Por último, merece la pena destacar que los retos de futuro planteados por el Gobierno resultan poco ambiciosos y derivados de la benevolencia del análisis previo. Si todo va bien, no habrá mucho reto por delante, ¿o sí? Desde Institución Futuro defendemos que Navarra puede volver a ser una región competitiva, es decir, atractiva para que ciudadanos y empresas quieran venir a instalarse y trabajar aquí. Para ello, hemos de estar bien conectados con el resto de España y con Europa, tener empresas fuertes que puedan competir con los salarios de otras ciudades y atraer a otras de alto valor añadido que logren, por fin, retener a todo el talento que producimos aquí y que ahora mismo se desangra. Y, además, contar con un Gobierno que se muestre ágil y favorable a ayudar a quienes se planteen venir, ofreciendo facilidades de todo tipo.

El papel lo aguanta todo, pero Navarra necesita un cambio de rumbo, porque sin reformas estructurales los retos de futuro serán, en realidad, problemas enquistados. El Gobierno puede presentar su balance en clave positiva, pero la ciudadanía merece una valoración honesta y rigurosa. No podemos conformarnos con mensajes de autoafirmación, muchos de ellos capciosos; necesitamos consenso institucional y políticas eficaces que aseguren un futuro próspero, competitivo y sostenible. Celebrar la mitad de legislatura como un éxito sin afrontar los desafíos reales es, sencillamente, una (otra) oportunidad perdida.