Hace diez años, el porcentaje de trabajadores en este sector se acercaba ya al 57%, siete puntos más que en 1990 y unos 15 más que a mediados de los ochenta, con una industria que agonizaba y un sector primario en desbandada. En aquella época los servicios daban empleo a 70.000 personas. Hoy son más de 176.000 los ocupados en este sector. La crisis iniciada en 2008 ha reforzado asimismo una tendencia suave pero continuada.
Mientras la industria perdía un 7,7% de su empleo y la construcción enviaba al desempleo a 22 de cada cien trabajadores, los servicios mantienen prácticamente el mismo número de trabajadores que en los momentos previos al crack de 2008. La profunda recesión de 2009 arruinó así una parte importante de los avances experimentados en la última década, de tal modo que, de los 35.804 empleos netos generados en la década, los servicios aportaron 35.630. La construcción contó durante el año pasado con unos 26.079 trabajadores, (4.000 más que en 2000), pero ha seguido perdiendo volumen durante la primera mitad del año. Según la última EPA ya son sólo 23.000 los que se ocupan en estas labores, casi los mismo que en 2000.
Y en términos estrictamente económicos sucede algo muy parecido. En esta década el valor añadido bruto (VAB) de los servicios se ha incrementado en un 76%, mientras que el de la industria apenas llega a un 50%. ¿Por qué? Sobre todo por el crecimiento del sector financiero y de las actividades educativas y sanitarias privadas. Negocios relacionados con la salud, la estética y la formación privada (universidades, postgrados, escuelas de negocios) prácticamente han duplicado su aportación a la economía navarra en sólo diez años. Y siguen mostrando potencial de crecimiento, tal y como muestran las líneas estratégicas de crecimiento dibujadas para los próximos años. El sector bancario, otro de los motores de carburación, purga ahora sus excesos con el ladrillo y afronta una reconversión que pasa por reducciones de empleo y concentraciones empresariales.
La base de empresas que exporta de modo regular se incrementado además en más de un 15% desde el año 2000 y hoy son unas 710 las firmas que, de modo regular, venden en otros países. Mucho menor es, sin embargo, la apertura de centros productivos en el exterior y la presencia de multinacionales, con centros de decisión muy alejados, continúa suponiendo un elemento de incertidumbre en momentos de cambio como los actuales. El "alto autoabastecimiento energético de la comunidad mediante energías renovables, la disponibilidad de personal cualificado y la existencia de un número importante de centros tecnológicos" son otros de los factores positivos de competitividad citados en un estudio sobre la material de la Institución Futuro.
El mismo centro de investigación alertaba sin embargo en 2009 de algunas carencias en el tejido empresarial de Navarra y hacía hincapié en "el obsoleto modelo organizativo de muchas empresas". "Siguen compitiendo en función de su eficiencia y del aprovechamiento de las economías de escala cuando hoy la flexibilidad y la innovación son hoy los imperativos que la empresa tiene que satisfacer si quiere ser competitiva", explicaba Emilio Huerta, director del centro y profesor de la Universidad Pública de Navarra. El escaso número de empresas de muy alto nivel tecnológico, la escasa consideración al capital humano y unas relaciones laborales "basadas más en el conflicto que en la cooperación" son otras de las debilidades de la empresa navarra, según esta institución.