Abierto el debate sobre si los salarios deben ser más sensibles a la capacidad para competir de las empresas, resulta pertinente preguntarse si la productividad es la variable más adecuada para recoger la heterogeneidad del tejido productivo o, por el contrario, existen otras alternativas, como el beneficio empresarial, que merece la pena considerar.
Vincular el crecimiento salarial a la inflación ofrece algunas ventajas que los sindicatos recuerdan para justificar su posición a favor de mantenerla.
Primero, se trata de una referencia medible, no manipulable y fácilmente verificable, atributos que son de gran ayuda para dar garantías de cumplimiento a quienes negocian. Segundo, asegura el mantenimiento del poder adquisitivo de los trabajadores lo cual contribuye a sostener la demanda, la actividad y el empleo. Tercero, la rigidez a la baja del salario real presiona a las empresas a mejorar su productividad y ser innovadoras para mantenerse competitivas.
… Leer el artículo completo publicado en El País en: http://www.goo.gl/sUuD9
Emilio Huerta es catedrático de la Universidad Pública de Navarra. Vicente Salas Fumás es catedrático de la Universidad de Zaragoza.