Según los datos del Census Bureau de 2002, en Estados Unidos, las madres de 10,7 millones de niños menores de 15 años (un 25% del total) se dedican exclusivamente al cuidado de sus hijos y a las labores domésticas. Para ello han renunciado a un trabajo remunerado fuera del hogar y, quizás, a parte de su protagonismo en la sociedad.
Esta cifra supone un aumento respecto a la situación de 1994, año en el que aquélla era de 9,4 millones. Por otra parte, el 59% de las mujeres que tuvieron hijos en 1998 volvieron al trabajo al año del parto, mientras que en el 2000 fue el 54%.
El aumento de la cultura hispana en Norteamérica y la coyuntura económica no son motivos suficientes para explicar este descenso en la reincorporación de las mujeres al trabajo. La organización Family at Home Network atribuye esta disminución a que las niñas que pasaron su primera infancia en guarderías ahora son madres, y muchas de ellas no quieren que sus hijos repitan la experiencia de no encontrar en casa a sus padres cuando vuelven del colegio.
Tendencia opuesta
En España, la tendencia a quedarse en el hogar para atender a los hijos es contraria a la observada en Estados Unidos. Según el Consejo Económico y Social, la tasa de empleo de las mujeres españolas entre 30 y 34 años creció dos puntos en el bienio 2001-2002, mientras que la de los varones aumentó escasamente una décima. Como dato complementario en el año 2002, cerca de un 61% de las mujeres compatibilizaba su empleo con las labores de hogar, mientras que en los varones el porcentaje no llegaba al 13%.
Se trata de educar de un modo más personalizado; de quererles mejor, de formar y ser una auténtica familia, para lo que se requiere dedicar tiempo a la convivencia.
Las horas que los padres dedican a los hijos es uno de los patrimonios más valiosos del ser humano, en cuanto que permiten sembrar en ellos esas virtudes y valores que forjarán su personalidad. Es un hecho incuestionable que la probabilidad del fracaso personal de los hijos disminuye cuando han sido bien atendidos en la niñez y en la adolescencia.
Los niños son como esponjas, todo lo absorben, incluso talantes y actitudes que pensamos que ellos todavía no entienden. Recuerdo el pesar de unos padres que me confesaban que por trabajar demasiado habían perdido los mejores momentos de sus niños, y con ellos las oportunidades de formarles. Ahora veían en sus hijos personas extrañas. Les habían dado todo, menos tiempo, y ahora se lamentaban al verlos volubles, sin rumbo.
Perversa discriminación
Contaré dos anécdotas fuertes que reflejan, de un lado, las barbaridades a las que se someten aquellas que no quieren que su condición de mujer les frene la carrera profesional, y de otro, la agresividad inhumana de algunas empresas, que son las auténticas responsables de tales comportamientos.
El primer sucedido se refiere a que algunas candidatas a puestos muy codiciados adjuntan a su currículum un certificado médico que acredita que se les ha practicado una ligadura de trompas.
Representa una grave discriminación el que haya mujeres que renuncien a la maternidad por el miedo a perder su empleo o una expectativa de ascenso. La segunda anécdota, creo que menos corriente, trata de algunas ejecutivas estrella, quienes para no causar inquietud alguna en su división se provocan el parto en un puente festivo (un bank holiday) aunque les falte alguna semana.
Un jueves estaban embarazadísimas y tras el fin de semana aparecen radiantes, como si nada hubiera pasado.
La maternidad es una de las cualidades esenciales de ser mujer; cuando ésta se subordina a un sucedáneo del éxito, se ha perdido una de las mejores realizaciones como persona.