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Con la llegada de septiembre no solo empieza el curso escolar, sino también el curso político. Y en él, una cita ineludible: el desafío de la elaboración y aprobación de los Presupuestos Generales de Navarra para el 2025. Unos PGNa que, en los últimos años, han requerido de consenso por parte de los tres grupos que conforman el Ejecutivo: PSN, Gero Bai y Contigo Navarra y la abstención de Bildu. UPN, partido con la máxima representación parlamentaria, nuevamente se ha quedado fuera.

Los presupuestos tienen una importancia máxima. No son simplemente números en una hoja de cálculo de difícil comprensión para el ciudadano de a pie; son, en verdad, una declaración de intenciones y prioridades que marcan la hoja de ruta del Gobierno. Reflejan las áreas prioritarias a las que se dará más apoyo financiero y aquellas que quizás se vean relegadas.

En los últimos años el gasto público en Navarra ha crecido de manera desbordante. En 2024 el gasto no financiero alcanzó los 5.836 millones de euros, lo que supuso un incremento superior al 66% en menos de diez años. El gasto de personal, que ya está en el 30% del total, subió casi un 60%. Mientras tanto la partida de inversiones, a pesar de su importancia, supuso en 2024 apenas el 2% del presupuesto total. Como decía, el reflejo de las prioridades.

Con estas cifras en mente, ¿qué podemos esperar para los presupuestos de 2025? Por ahora lo que sabemos es que el techo de gasto ha vuelto a subir y se ha fijado en 5.974,8 millones de euros, un 2,4% más que el año pasado. Un incremento menor que en años anteriores debido, en parte, a la ya prevista finalización de los fondos Next Generation. A ello se suman las reglas de estabilidad que han venido para quedarse y limitan el déficit presupuestario anual al 0,3% del PIB, lo que equivale a 82 millones de euros.

Ante este proceso continuado de aumento del gasto, los ciudadanos podríamos plantearnos, al menos, dos cuestiones: quién lo va a pagar y si es necesario. Lo van a pagar los de siempre; todos los contribuyentes con sus impuestos. Y para ayudarnos a responder si es necesario deberíamos recordar que entre 2019 y 2023, con toda una pandemia por medio, el Gobierno de Navarra ha recaudado 1.189 millones de euros de más respecto de los ingresos fiscales aprobados año a año por el Parlamento, con lo que se valida lo que venimos observando y denunciando: que la presión fiscal va en aumento y es excesiva. Igualmente se aprecia cómo, a pesar del aumento del gasto, algunos servicios públicos se están degradando. Así que quizá en lugar de incrementar los gastos se debiera repensar el modelo para ser mucho más eficientes.
Los fondos Next Generation vinieron, al menos en teoría, a ayudarnos a salir reforzados de la pandemia. Iban a transformar nuestra economía y nuestra sociedad hacia un futuro más ecológico, digital y resiliente. Tengo serias dudas sobre si ese objetivo se ha logrado; lo que sí tengo claro es que esos fondos han regado el gasto público y poco de ellos ha llegado a las empresas privadas, las entidades que de verdad hubieran sido capaces de transformar la economía.

La Comisión Europea acaba de publicar el “informe Dragui”, alertando de que la situación en Europa es desesperada. No consigue subirse al tren de la tecnología y se queda atrás en el desarrollo económico frente a Estados Unidos y China. Europa pierde su lugar en el mundo y se enfrenta a una segura decadencia. La demografía no le ha ayudado y el escaso crecimiento ha venido acompañado de un importante aumento de la deuda. La solución que plantea la UE es nuevamente monetaria con nuevo incremento del gasto (ochocientos mil millones de euros anuales) a través de la emisión de deuda europea, que esta vez dicen se gastará en inversiones y no en gasto improductivo. Más deuda e inflación a la vista. La UE no ha acertado en su política económica y ahora los que fracasaron nos dicen cual debe de ser la solución. Lo que nadie cuestiona es que para subirnos al tren de la tecnología se necesita inversión en tecnologías emergentes. La brecha tecnológica respecto a otros bloques económicos limita el desarrollo de sectores clave como la digitalización y la inteligencia artificial. Sin una mayor inversión en innovación y tecnologías avanzadas, se corre el riesgo de quedarse atrás en términos de productividad y crecimiento económico.

Con estas perspectivas, ¿el Gobierno de Navarra tenía que subir el techo del gasto? O bien debería priorizar la reducción de los gastos corrientes, muchos de ellos innecesarios, el suprimir subsidios clientelares, el apoyar el tejido empresarial creador de empleo, el reducir la presión fiscal y poner en el bolsillo del ciudadano recursos que alimenten de forma eficiente la economía, de atraer inversiones y talento, apostar por la innovación y la tecnología…

Un último apunte. El otro día conocí la noticia de que el número de funcionarios en Navarra, incluyendo a los del Gobierno de Navarra, los de la Administración central y los de los Ayuntamientos, supera a todos los autónomos de la región. En total, 47.450 empleados públicos afiliados a la Seguridad Social. Hay que sumar los trabajadores de las 35 mayores empresas navarras por facturación para alcanzar la misma cifra de empleados, lo que demuestra que la economía navarra está “dopada” por parte del sector público. La española no es una excepción.

Ha llegado el momento de poner freno a los presupuestos públicos expansivos, y debemos exigir que los PGNa 2025 no asuman más déficit, eliminen los gastos innecesarios -sin demagogias- y se enfoquen, ahora sí, en el ciudadano, todo ello desde el acuerdo y el consenso. Lo demás, aumentos de gasto incluidos, son pan para hoy y hambre para mañana.

José María Aracama Yoldi. Vicepresidente del think tank Institución Futuro.

Institución Futuro
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