Diario de Navarra, 19 de mayo de 2002
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
El crisol para probar el compromiso ciudadano es el mecenazgo para lo esencial y permanente. Los mecenas saben que lo más impactante muchas veces no es importante.
El crisol para probar el compromiso ciudadano es el mecenazgo para lo esencial y permanente. Los mecenas saben que lo más impactante muchas veces no es importante. Los éxitos de Thatcher, Bush padre, Clinton y Blair fueron debidos a think tanks. El mecenazgo que proporciona un mejor futuro es la inversión en inteligencia. Navarra debe ser pionera en un desafío: anticiparse en su inteligencia colectiva.

Georges Duhamel decía hace medio siglo que “un pueblo sólo es grande cuando produce grandes hombres”. Otro francés, Víctor Hugo, completaba esa idea con esta: “la grandeza de un pueblo no se mide por el número, como la grandeza de un hombre no se mide por su estatura: su medida es la cantidad de inteligencia y de virtud que posee”. Navarra tiene una historia cuajada de cultos mecenas que donaron sus fortunas para las grandes causas de nuestra tierra. Algunos de ellos supieron adelantarse a su tiempo y constituyen la grandeza que hoy les propongo imitar: conjugar la generosidad con la inteligencia. Pondré algunos ejemplos que nos permitirán corroborar el carácter altruista que siempre ha existido en nuestra tierra, a la par que mostrar la evolución del espíritu del mecenazgo en el tiempo.

En primer lugar destacan los benefactores de la población marginal en épocas en que las instituciones públicas no podían materialmente atenderla. Huérfanos y ancianos encontraron en Trinidad Fernández Arenas y Joaquín Jarauta el apoyo indispensable para sobrevivir en un digno hospicio: la Meca. Otro talante de mecenazgo lo constituye la asistencia a los enfermos; Concepción Benítez y Nicanor Beistegui responden a este tipo de bienhechores. Su padrinazgo consistió en la cesión de los terrenos y en costear la construcción del actual Hospital de Navarra.

La tercera variedad de patrocinio la constituyen los partidarios de que era más digno “enseñar a pescar” que “regalar pescado”. Fueron prohombres que proporcionaron trabajo mediante la creación de explotaciones agrarias e industriales. En el fondo eran generosos pragmáticos: la inversión para poner el remedio en las causas evitaría el gasto en paliar las consecuencias. Juan de Goyeneche (Nuevo Baztán) y Domingo Elizondo (El Irati) son dos buenos ejemplos de estas acciones beneméritas.

Un cuarto modelo de mecenazgo son los legados para la educación. Así lo hicieron Piñeiro de Elío con el primer colegio de bachillerato en Navarra (Colegio de Jesuitas de la c/ Compañía, hoy Escuela de Idiomas) y Arturo Aróstegui con el colegio de Salesianos. Ambos consideraban que la formación básica de las personas era un bien preciado. Por último, nos queda el mecenazgo del arte, el más delicado. Está dirigido al mundo más culto y persigue que nuestro patrimonio cultural permanezca. Sin duda, la familia Huarte constituye un gran ejemplo en Navarra (Museo de Oteiza).

La transición planteada no es sino la reproducción de la pirámide de Maslow: el mecenazgo ha ido satisfaciendo primero las necesidades básicas de supervivencia, para llegar al final a proteger las artes. A medida que los servicios sociales de la Administración han llegado a sufragar la base de la pirámide, el mecenazgo se ha desplazado hacia su vértice.

El crisol para probar el compromiso del ciudadano con la comunidad en la que vive es su altruismo para lo auténticamente esencial y permanente. Aquí es necesario advertir sobre un peligro: el acoso de la televisión, que nos hace creer que sólo lo impactante es importante. Las personas que de verdad quieren contribuir a una Navarra mejor deberán preferir las grandes metas a largo plazo a los efímeros aplausos de satisfacer el capricho de lo inmediato. Todos los mecenazgos son laudables, pero en mi opinión el que puede proporcionarnos un mejor futuro es la inversión en inteligencia.

Hace unas décadas el pronóstico del futuro era una simple estimación lineal. Hoy el logro de ventajas perdurables para una región requiere más talento. Vivimos instalados en el cambio permanente y además la competición es global. Ya no basta generosidad; hace falta también visión para detectar las nuevas tendencias, e ingenio para discernir cuál puede ser el mejor futuro posible. Del mismo modo que D. Félix Huarte supo traer la industrialización a Navarra, antes de que llegara a otras regiones, hoy la Comunidad Foral debe ser pionera en acometer un desafío: anticiparse en su inteligencia colectiva.
El mecenazgo privado de los países más adelantados del mundo ha venido invirtiendo desde hace más de un siglo en centros de inteligencia compartida, los think tank. La eficacia de estos “laboratorios de ideas” es proverbial. Baste citar que los éxitos económicos de Thatcher se debieron al Center of Policy Studies, los de Bush padre al Heritage Foundation, los de Clinton a la Brookings Institution, y los de Tony Blair a Demos y al Institute for Public Policy Research.

Hace unos meses ha iniciado su andadura en la Comunidad Foral un modesto think tank, profesional e independiente, sin ánimo de lucro, auspiciado por la sociedad civil, vinculado a los mejores think tank del mundo, que espera contribuir al futuro de Navarra. Este “catalizador de ideas y acción” tendrá la virtualidad de no depender del termómetro electoral y de no estar constreñido por la rigidez burocrática de la Administración. Ojalá de la sociedad civil navarra surjan mecenas que otorguen su apoyo decidido a esta iniciativa tan prometedora para nuestra tierra.

Institución Futuro
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