Quiero llamar la atención sobre uno de estos frenos: el descenso de la inversión de las empresas navarras después de la crisis
Hace un par de meses conocíamos el informe de la Oficina Estadística de la Unión Europea relativo al comportamiento económico de sus 242 regiones. En dicho estudio se podía observar que Navarra pasó de ocupar el puesto 40 en 2007 por PIB por habitante al puesto 85 en 2022. La razón directa de esa caída ha sido que el PIB por habitante de Navarra pasó de ser en 2007 un 28% superior al de la media europea, a ser solo el 3% en 2022. Ya en su día escribí en estas mismas páginas sobre esta noticia tan lamentable, en el artículo “Navarra y la rana”, indicando que Navarra se está estancando y, lo que es peor, no se percibe el suficiente impulso político y social para mejorar. Y cuando uno no avanza, la caída puede no percibirse de inmediato. Como la fábula de la rana que no era consciente de que la estaban cociendo a fuego lento hasta que era demasiado tarde. Y se achicharró.
Conviene señalar que, aunque parezca que el PIB por habitante es una variable abstracta, afecta mucho a los ciudadanos. Baste con decir que aproximadamente la mitad de ese PIB por habitante va a los bolsillos de los navarros en forma de sueldos, salarios de los trabajadores, así como a pagar las pensiones de los jubilados. Por tanto, si crece uno, crecerá el otro.
Los distintos Gobiernos de Navarra han hecho esfuerzos considerables y continuados para desplegar planes de acción con objetivos de recuperación del crecimiento económico y desarrollo tecnológico a lo largo de estos 15 años. Muestra de ellos son el Plan Moderna aprobado en 2010 y las Estrategias de Especialización Inteligente S3 y S4 aprobadas en 2017 y 2021 respectivamente. No obstante, los resultados no han sido los esperados, al menos en relación con el crecimiento económico, como hemos indicado.
A este hecho hay que añadir el rápido e intenso cambio económico y tecnológico que están impulsando China y EEUU en el contexto mundial, y que están teniendo, en general, repercusiones negativas para Europa. A la vista de todo lo anterior, llegamos a la conclusión de que Navarra necesitaría realizar una nueva y profunda reflexión sobre cómo podría acelerar su crecimiento económico y volver a los puestos cabeceros del ranking europeo, como en su momento estuvimos.
Un primer paso podría ser realizar un diagnóstico integral, es decir, para el conjunto de la economía navarra y no solo para sectores concretos, sobre cuáles han sido y pueden seguir siendo los frenos a ese crecimiento económico. En los años siguientes a la crisis del 2007 podría entenderse la caída del PIB por habitante como consecuencia de la crisis del sector inmobiliario y de la construcción, pero la realidad es que, desde entonces, ya hace 15 años, Navarra, como hemos comentado, ha ido perdiendo posiciones con respecto otras regiones europeas.
Nos podemos imaginar cuáles pueden ser algunos de esos frenos al crecimiento económico de Navarra, pero es muy conveniente identificarlos con rigurosidad y detalle para intentar en la medida de lo posible liberarlos, aunque sea de manera parcial.
Quiero llamar la atención sobre uno de estos frenos: el descenso de la inversión de las empresas navarras después de la crisis. El Instituto de Estadística de Navarra publica una detallada encuesta anual, la última para el año 2022, titulada Estadística Estructural de Empresas, que muestra las principales variables económicas de las empresas navarras, entre ellas, la inversión en inmovilizado material e inmaterial, en los sectores industrial, de la construcción y de servicios. Este grupo de empresas representa más del 50% del PIB y el 80% de las personas ocupadas en el sector privado.
En dicha encuesta se puede observar que la inversión empresarial en el conjunto de estos tres sectores, que venía siendo alrededor de un 12% del PIB navarro en los años anteriores a la crisis, ha caído al 6% después de la misma. Por otra parte, también se observa que, a partir de los años posteriores a la crisis, existe una alta correlación entre la inversión productiva y el valor añadido (similar al PIB) que generan esas empresas cada año. Es decir, cuanto mayor inversión realizan, mayor valor añadido generan y viceversa.
A la vista de los datos anteriores, podemos decir que la menor inversión realizada por las empresas navarras después la crisis de 2007 sea probablemente uno de los frenos al crecimiento del PIB navarro. Pero esta conclusión nos sería de poca utilidad práctica si a su vez no identificáramos las causas que han frenado la inversión productiva, e intentáramos eliminarlas o al menos mitigarlas en lo que fuera posible.
Sería muy oportuno que a raíz de la evolución de la economía navarra y de los profundos cambios económicos y tecnológicos que están teniendo lugar en los países con los que nos relacionamos y comerciamos, el gobierno de Navarra tomara la iniciativa de realizar ese diagnóstico. A poder ser, con el consenso político de las principales fuerzas navarras, porque en un contexto de importante fragmentación el acuerdo es más necesario que nunca para el diseño y puesta en marcha de las reformas estructurales que necesita Navarra. Estoy pensando en temas como la fiscalidad (que fuera competitiva y equilibrada para mejorar la capacidad recaudatoria y su eficiencia, además de atraer importantes inversiones y talento) o la actual parálisis de las grandes inversiones en infraestructuras (Tren de Alta Velocidad, segunda fase del Canal de Navarra y la zona regable, la conexión por autovía con Madrid…). El objetivo último de este trabajo de diagnóstico del Gobierno sería tomar medidas y poner en marcha planes que permitan impulsar el crecimiento de la economía navarra en los próximos años. Desde esta tribuna animo al Gobierno de Navarra a llevarlo a cabo y a preguntar a todos los agentes implicados en esta materia.
José María Aracama Yoldi. Presidente del think tank Institución Futuro.