No podemos permitir que un derecho fundamental como la salud se vea comprometido por la ineficiencia
Navarra es una tierra con una calidad de vida elevada e innegable. En concreto, su sistema sanitario ha sido para los navarros un orgullo y una seña de identidad. Sin embargo, en los últimos años, este sistema se ha visto envuelto en una preocupante tendencia descendente, generando incertidumbre y malestar entre la población. Unos ciudadanos que pagamos religiosamente nuestros impuestos y que sufrimos las ineficiencias de un sistema que necesita una reformulación integral. Las listas de espera, se han convertido en una realidad cotidiana para miles de navarros. La espera para una primera consulta afectaba en marzo a 67.606 pacientes, cifras récord, y la espera media, de 84 días naturales, puede dilatarse durante varios meses para determinadas especialidades. Estas cifras, lejos de ser anecdóticas, reflejan un sistema colapsado que no responde a las necesidades básicas de salud de la ciudadanía. El acceso al sistema está siendo un problema grave, tanto en Primaria como en Especializada.
No es de extrañar, por tanto, que las quejas de los pacientes estén disparadas. En 2023 alcanzaron las 60.000, el doble que cuatro años antes. Aunque las encuestas de calidad del Gobierno foral nos digan que los navarros puntuamos al sistema por encima del ocho, eluden explicar que si las notas son tan elevadas se debe a que no se pregunta por las listas de espera. Este sistema de no preguntar determinados asuntos para que no estropee la estadística, no sé, no parece muy científico… ni fiable. Ante la ineficacia del sistema público, muchos navarros se han visto obligados a buscar alternativas en el sector privado. Pero claro, solo quienes se lo pueden pagar. Ya son más de 73.000, y subiendo a un ritmo intenso: de 2015 a 2023, un 87% más. Este hecho pone de manifiesto la desconfianza que la ciudadanía ha depositado en la sanidad pública y pone en solfa el principio de acceso universal. Imagínense ustedes qué pasaría, si nuestro sistema sanitario, en el momento actual, tuviera que atender también a estos 73.000 pacientes.
Podríamos continuar con muchos más datos, todos ellos oficiales y proporcionados por el propio Gobierno de Navarra, que han sido plasmados en un informe de Institución Futuro. Pero muchas veces las vivencias personales pesan más que cualquier estadística. ¿A quién no le ha tocado llamar a su centro salud a las ocho de la mañana de forma insistente, hasta que le cogieran el teléfono, para recibir la información de que no había citas médicas para ese día? ¿Quién no se ha sentido indignado al conocer que no tenía cita en los próximos meses, ante un problema traumatológico o rehabilitador, que estaba quebrantando su día a día?
¿Quién ha recibido una carta de Salud diciendo que, una vez pasados cuatro años en lista de espera, se le daba de “alta administrativa” asumiendo que el paciente se había “buscado la vida”? ¡Ojo! Que aunque Salud indique que las consultas de revisiones, esas que se programan como su propio nombre indica para que el especialista supervise la evolución de la dolencia, no son listas de espera al uso, mucho me temo que sí lo son. Indudablemente menos importantes que las esperas de primera consulta, pero el paciente continúa teniendo la expectativa de ser visto por su especialista en un determinado tiempo. Tengo la seguridad de que sacar al paciente de esa lista de espera con una carta no es la mejor manera de actuar.
Pongo el foco en el acceso porque es lo que causa insatisfacción. No así el trato recibido una vez se entra en el sistema, porque contamos con unos excelentes profesionales sanitarios, como año a año lo demuestra el barómetro sanitario del Ministerio de Sanidad. Pero todo tiene un límite.
La situación actual de la sanidad navarra es insostenible. No podemos permitir que un derecho fundamental como la salud se vea comprometido por la ineficiencia. Digo ineficiencia y no digo falta de recursos, porque haberlos los hay, ¡y muchos! Salud es el departamento que mayor porcentaje del gasto público navarro aglutina, el 26% de los Presupuesto Generales de Navarra. De 2019 a 2024 el Gobierno ha contado con más de mil millones de euros más para poner en orden la sanidad. A la vista está que no lo ha logrado, pero insisto, no ha sido por falta de medios.
Es necesario tomar medidas urgentes para revertir esta tendencia, tanto a corto como a largo plazo. A nivel coyuntural hay que adoptar rápidamente medidas que hagan a nuestro sistema sanitario más atractivo para fidelizar y atraer a los profesionales sanitarios. Esta acción será clave para definir un plan de choque contra las listas de espera.
A nivel estructural, el cambio ha de ser profundo. Innovando en la gestión, adaptándola a la realidad creciente de la población, cada vez más longeva, con más cronicidad y más pluripatología. Cambiando el paradigma del cuánto al cómo (de la cantidad a la calidad). Con la máxima flexibilidad organizativa, potenciando la autonomía de gestión de los centros, los servicios y los profesionales. Y poniendo en valor la colaboración público-privada, máxime cuando contamos con centros sanitarios privados de primerísimo nivel. En definitiva, la sanidad navarra necesita un cambio radical en su gestión. Es hora de tomar las medidas necesarias para recuperar nuestra sanidad pública, ¡todavía estamos a tiempo! De no hacerlo, acabaremos inexorablemente con la pérdida del principal valor en el que se sustenta nuestro sistema sanitario público: su equidad.
Javier Sada Goñi. Médico y miembro del think tank Institución Futuro.