
En el mundo empresarial y económico los mensajes públicos suelen ser sutiles. Y acostumbrados como estamos al ruido y las descalificaciones de la política, todo lo que no sea un exabrupto parece que no tiene valor, que pasa desapercibido. Pero hay que leer entre líneas los toques de atención. Porque eso, y no otra cosa, es lo que le han dado esta semana al Gobierno foral todas las instituciones empresariales que representan al sector industrial en Navarra. Un toque suave y diplomático, pero muy audible, para pedirle que priorice de verdad retos pendiente como el TAV, el Canal de Navarra o una mejora sustancial de la fiscalidad y las cargas administrativas.
Una lección de unidad.
Esta semana comparecían juntas en Pamplona siete entidades que son el núcleo de la economía foral. Desde la CEN (empresarios) a la Cámara de Comercio pasando por AIN (asociación de la industria), las empresas familiares (Adefan) o las cooperativas agrarias (UCAN) entre otros. Una demostración de unidad para recordarle al Ejecutivo foral sus grandes prioridades y qué esperan de él. Peticiones envueltas en guante de seda pero diáfanas en su filosofía.
Navarra, recordémoslo, es la comunidad más industrializada de España. Casi un 30% de su economía, el doble que la media española. Y ahí radica uno de los grandes secretos de nuestra fortaleza económica y de nuestro bienestar: la industria genera empleos más estables y mejor pagados que los de otros sectores.
Por eso, mantener este diferencial es un reto de pura supervivencia para una comunidad pequeña y con alto nivel de vida como la nuestra.
Privilegio industrial.
De hecho, todo análisis económico destaca lo privilegiado que es tener un sector industrial como el de Navarra. Es fruto del trabajo continuado de varias generaciones, ojo con apuntarse el tanto nadie, y que tiene un punto de partida claro. Hace 60 años justos, en 1964, en plena dictadura franquista, cuando la Diputación foral de Félix Huarte y Miguel Javier Urmeneta creó el Plan de Promoción Industrial para atraer empresas. Mudó así la faz económica y social de Navarra. De ser una provincia agraria y rural generadora de emigrantes a convertirse en la Navarra industrial de la que hoy seguimos viviendo.
El Ejecutivo que preside María Chivite y donde Mikel Irujo (Geroa Bai) ejerce de consejero del ramo es muy consciente de lo que representa el tejido industrial. Y los agentes económicos reconocen su interés y su dedicación en el impulso que necesita en estos tiempos tan mutantes. Otra cosa son las recetas para lograrlo.
El Ejecutivo lleva meses trabajando en una Mesa de Industria para recoger ideas para una futura ley del sector. Y en ese contexto es donde las entidades empresariales han venido a decirle, oiga, céntrese en los grandes retos (infraestructuras como el TAV y el Canal y mejora en la fiscalidad) y pise a fondo el acelerador porque vamos muy tarde y se avanza a ritmo de hormiga.
La palanca fiscal.
La fiscalidad es el único reto donde el Gobierno tiene toda la decisión en su mano. Es una palanca propia para atraer inversiones y también el talento profesional que escasea. Pasa por usar la singularidad de Navarra (fruto del Amejoramiento del Fuero) y legislar con intención y de forma selectiva. Hace falta voluntad y, sobre todo, visión de la jugada al margen de anteojeras políticas. Porque, de momento, la gran singularidad que posee Navarra, esta si, es la de tener los impuestos más altos de IRPF y Sociedades, lo que origina que algunos grandes contribuyentes (empresarios) se muden a Madrid. Menudo negocio ruinoso hacemos con ello.
Y ejemplos de que se puede hacer bien los hay. Dos evidentes. Los incentivos fiscales a la producción de películas han ayudado desde 2014-16 a crear un sector productivo nuevo en Navarra que de otro modo jamás hubiera nacido. Otra cosa es la competencia ahora de las diputaciones vascas. Más reciente es la deducción para una nueva actividad, el reciclaje de palas eólicas. Pura economía circular, una de las apuestas del consejero Irujo. Y tenemos ya un proyecto en Lumbier (que lidera Acciona) y otro en Cortes (de FCC e Iberdrola), que suman 25 millones de inversión.
El sector empresarial pide ahora más ambición y apuestas rotundas para impulsar la industria y evitar una lenta pero segura perdida de actividad. ¿Sabrá el Gobierno leer el fondo de este mensaje?