Primero, porque a fuerza de anhelar actividades con glamur y sofisticadas, pero de las que carecemos, podemos olvidarnos de aquello que sí tenemos, que hacemos bien y que ha sido fuente de nuestro crecimiento y bienestar. Podemos desconsiderar aquellos negocios donde tenemos conocimiento, activos y especialización poderosa. Disfrutar de una potente ventaja competitiva en cualquier sector, sea este maduro o nuevo, es un valor muy importante.
Segundo porque supone que el nuevo modelo productivo puede surgir por generación espontánea, sin necesidad de apoyarse en los conocimientos y habilidades existentes. Considera que pasar de actividades tradicionales a otras sofisticadas y nuevas se puede hacer mediante un ejercicio de voluntad. Como si fuéramos paseando por las filas del supermercado y decidiéramos cambiar y adquirir una cesta de la compra totalmente nueva.
Los riesgos de esta visión son muy elevados. En la actividad económica, normalmente lo nuevo surge de lo viejo, el cambio se genera a través de pequeñas innovaciones y mejoras. Hay más reformas graduales que innovaciones radicales y estructurales. Éstas se producen, pero con mucha menos frecuencia de lo que lo que nos imaginamos. En la economía, como en la vida, hay más evolución que ruptura.
Por ello, más que hablar de cambiar de modelo, que no se sabe muy bien qué significa, ni cómo se hace, ni hacia dónde hay que ir y, en todo caso, es una tarea de largo alcance, lo que tenemos que pensar es en mejorar las prestaciones de las actividades fundamentales que tenemos, que son las que generan empleo y riqueza.
Por ejemplo, la construcción es un sector maduro pero muy importante para el empleo, la riqueza y actividades complementarias que genera. En la situación actual hay un espacio notable para mejorar sus resultados. Hagámoslo. Mejoremos y simplifiquemos la regulación urbanística que se ha transformado en un caos de detalle y no resulta ya garantía de calidad y de defensa de los intereses públicos. Facilitemos la industrialización de sus procesos para reducir costes y mejorar su calidad. Incorporemos mejor tecnología y diseños más sostenibles y eficientes energéticamente. Tenemos un sector muy fragmentado con muchas empresas y poco expuesto a la internacionalización de sus actividades. Intervienen muchos agentes en su diseño y resultados, el urbanista, el arquitecto, el promotor, el constructor y los proveedores de material, y cada uno va a su aire defendiendo sus propios intereses y objetivos, sin mucha organización y con diverso grado de involucración. Los resultados son unos costes elevados, baja productividad y una modesta calidad del producto y servicio. Por eso la solución no consiste en despreciar la construcción, sino en innovar y fomentar la cooperación y colaboración entre todos sus protagonistas para mejorar sus resultados.
Todo lo expuesto también vale para muchos más sectores: el agroindustrial, el automóvil, el turismo, las renovables y todos aquellos que configuran nuestro entorno industrial rico y variado. El camino para avanzar en estos tiempos de dificultades está en mejorar los resultados del modelo que tenemos e innovar gradualmente en los negocios existentes mediante el compromiso entre empresas, trabajadores y gobierno foral sobre la base de unos objetivos factibles, ambición en las metas y el diseño de unas acciones y políticas que permitan aumentar la competitividad.