Diario de Navarra, 4 de febrero de 2007
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
El cierre parcial de la planta de BSH, el traslado de Caucho Metal y el desmantelamiento de Mepamsa han despertado una cierta inquietud acerca del futuro industrial de la Comunidad foral. Esta intranquilidad colectiva aflora cada vez que una empresa que proporciona empleo masivo cesa su actividad, por lo que conviene preguntarse si existe motivo de preocupación. La respuesta es que no lo hay, con tal de que actuemos con previsión, coraje e inteligencia.
Debemos aceptar los cierres como un proceso natural: lo nuevo y rentable ha de reemplazar a lo obsoleto y deficitario. La destrucción creativa está en el núcleo de la inevitable Nueva Economía e implica el sacrificio de lo inservible que impide innovar o crecer. Esto ha ocurrido siempre y seguirá pasando cada vez con mayor rapidez. La auténtica amenaza que tiene Navarra no es que parte de su tejido industrial deba regenerarse buscando actividades más competitivas. El peligro grave es que perviva una mentalidad insuficientemente moderna, quizás post-agraria, que nos aferre a mirar todo cambio como una agresión a nuestra seguridad. La supervivencia industrial exige poner en tela de juicio que «lo que siempre se ha hecho» sirva de «hoja de ruta».
Lo peor es que la alarma injustificada que acompaña a la clausura de una fábrica puede conducir a presionar al Gobierno de Navarra para que lo resuelva. Con frecuencia, cuando una empresa es inviable, la inyección de dinero público suele ser un lujo que prolonga la agonía, retrasa un cierre inevitable y, a la larga, perjudica a los trabajadores. Muchas veces, la inversión de esos recursos en la creación de una nueva empresa rentable parece más conveniente que mantener en la UVI, con el dinero de todos, a otra compañía sin viabilidad económica. Joseph Schumpeter prefería que los principales catalizadores del crecimiento económico fueran los particulares, no los gobiernos. Lo deseable sería que, ante la percepción de un porvenir complicado, los empresarios, en colaboración con los trabajadores, se anticiparan a la crisis con iniciativas innovadoras.

Aprender a convivir con el riesgo es una actitud imprescindible en los tiempos de cambios que se avecinan. Como dice John Kotter, «saber cambiar era virtud ocasional, sin embargo, ahora, es imprescindible para sobrevivir». Tan sólo se mantendrán las empresas que sepan adaptarse al cambio permanente que nos espera. El modo de asegurarse un puesto de trabajo y de tener mejores oportunidades laborales exige estar aprendiendo continuamente nuevas destrezas. Cuando la seguridad prima sobre la realización personal, la consecuencia es la frustración derivada de impedir que afloren los proyectos que exigen nuestras mejores potencialidades.

No se pretende dar una receta específica para cada caso particular, sino promover el cambio de actitudes que requiere nuestra época. Ésta es la misión genuina de los think tanks: impulsar una sociedad civil con iniciativa y un mayor ejercicio responsable de la libertad ciudadana. Nuestra tierra necesita una mentalidad en la que el presente no quede condicionado por el pasado, sino al revés: que el presente sea elegido imaginando un futuro, sin perder lo permanentemente valioso que encierran nuestras tradiciones. La mejor forma de predecir el futuro es inventarlo y construirlo, y tener en cuenta que lo que mueve y arrastra el mundo no es la tecnología, ni el dinero, ni los gobiernos, sino las ideas que prenden activamente en los ciudadanos. La destrucción creativa, practicada con talento, no sólo es una política necesaria para renovar nuestro tejido industrial sino, sobre todo, una experiencia en la aventura apasionante que encierra nuestra vida.

Institución Futuro
Share This