Repasemos algunas similitudes. Se trata de la primera vez que una mujer alcanza esa distinción en Alemania y Reino Unido, respectivamente, y ambas pertenecen a un partido conservador. Las dos llegan al poder en un momento económico difícil, en el que el gasto social constituye uno de sus principales aprietos.
Tanto Thatcher como Merkel defienden la conveniencia de una mayor participación y responsabilidad de la sociedad civil, frente a los que piensan que la solución de las dificultades depende, sobre todo, de la intervención estatal. Por último, estas dos mujeres acceden al cargo a pesar de una contestación sindical considerable, sostenida por unas clases populares temerosas de perder un bienestar, imposible ya de mantener.
Identificación de los problemas
Respecto a las diferencias, el prestigio de la premier británica se caracterizó por acreditar una clara visión de cuáles eran los problemas del país y las soluciones para sacar al Reino Unido de la crisis económica. Margaret supo inspirar confianza porque demostró que verdaderamente se involucraba con convicciones que exhibía. Resistió sin titubear las salvajes huelgas mineras y su firmeza le otorgó una victoria histórica ante unas reivindicaciones insostenibles. Tuvo la habilidad de extender el capitalismo a quienes antes no habían soñado con ser propietarios de su vivienda o disponer de un puñado de acciones. Esta transformación social le granjeó un apoyo estable de los que en la nueva situación deseaban proteger sus pequeñas nuevas fortunas.
La firme determinación de Thatcher para poner en marcha sus políticas, guiada por la creencia de que estaba para servir a la sociedad y no para atender a intereses particulares, le llevaron a gobernar durante tres mandatos. Liderazgo, sentido de misión, políticas orientadas al largo plazo, consistencia y concordancia entre pensamiento y acción, son lecciones que deberían aprender muchos gobernantes actuales. Fue consciente de que cuando se gobierna en función de las encuestas, aunque se vencen las escaramuzas del efímero corto plazo, la nación pierde la guerra del definitivo largo plazo.
Si a Thatcher se le denominó la Dama de Hierro, a Merkel se le podría llamar la Dama de Cristal. La fortaleza de Margaret contrasta con la debilidad extrema del forzado matrimonio de conveniencia que representa el Gobierno de coalición. Esa fragilidad, unida a que tanto el CDU como el SPD van a exigir al Ejecutivo una transparencia cristalina de sus deliberaciones, propiciará un acoso permanente que restará capacidad estratégica a la acción del gobierno. Los secretos de alcoba son básicos para que una unión sea fructífera en el capital largo plazo.
Estar a la defensiva de una enterada opinión pública desgasta. Respecto a las dotes personales, Angela dista mucho de poseer las habilidades comunicativas y poder de convicción para exigir sacrificios que sí tuvo Margaret. La victoria de Merkel es pírrica: el precio del poder le ha obligado a hacer demasiadas concesiones, como un gobierno con mayoría del partido opositor.
Otra diferencia es su diferente batalla europea. Thatcher peleó por conseguir más ayudas, Merkel combatirá por escatimar su contribución al presupuesto comunitario. Por último, la premier apenas tuvo desgaste dentro de su partido, donde su liderazgo fue indiscutible, mientras que la canciller tendrá fuertes peleas con los abundantes descontentos del CDU que siguen sin estar convencidos de su valía.
Dos realidades diferentes
La principal conclusión que deriva de la comparación de las dos líderes es que la revolución radical que impulsó la Dama de Hierro, tan indispensable hoy para Alemania, es imposible de acometer desde el consenso que rige en la cancillería. Es probable que la política que emplee Merkel no diste mucho de la condescendiente acción de gobierno que hubiera aplicado Schröder si hubiera ganado las elecciones.
La moderación no resolverá la crisis alemana, sino que consolidará su languidez y hará más ardua la regeneración que esa nación precisa. Thatcher pudo ser enérgica a voluntad. Merkel deberá ser complaciente por obligación. Margaret tuvo el mérito de superar la recesión británica. Angela apunta a ser una señora llena de esas buenas intenciones de las que el infierno está empedrado.