
La catarata de malas noticias que sufrimos parece inagotable y, sin embargo, la reacción hasta el momento se puede equiparar con un pequeño mohín y nada más. No quiero que se trasladen a las calles de mi país las imágenes de enfrentamientos que vive Grecia, pero coincidiréis conmigo en que tampoco es normal esta quietud, esta inactividad, esta falta absoluta de impulso o de reacción que existe.
Bueno, no es normal y, en cierta forma, sí lo es. Me explico.Creo que la sociedad española no ha saltado porque, en el fondo, nos seguimos haciendo trampas en el solitario. Como me decía ayer un amigo mío, “pensamos que la reforma laboral va a ser la panacea, pero no entendemos la importancia que puede tener para nuestras vidas los cambios que se empiezan a proponer“. Coincido plenamente con él.
No se trata sólo de que te cambien las condiciones legales para poder contratar o de que el sistema de cálculo de la pensión se extienda de quince a veinte años. No, el asunto principal es que, sin darnos cuenta, de aquí a un tiempo muy breve nos vamos a ver en la coyuntura de tomar decisiones muy importantes porque van a afectar de lleno a nuestra estrategia de vida.
Queramos a no, la salida de esta crisis va a tener un peaje muy alto ya que actitudes que manteníamos hasta ahora en materia de trabajo, productividad, relación con los demas, consumo o capacidad de ahorro se van a mostrar totalmente inasumibles. Eso no lo terminamos de creer e, incluso, muchos piensan que va a venir alguien que les va a salvar de la quema. Nos estamos autoengañando y cuanto antes nos demos cuenta de ello, antes podremos prepararnos y adaptarnos a lo que se nos viene encima.
Leer más