Diario de Navarra, 19 de abril de 2015
Belén Goñi, directora general de Institución Futuro

Recientemente han pasado por Pamplona la Secretaria de Estado de presupuestos y el Ministro de economía. Aprovecho para agradecer a quienes los invitaron la oportunidad de escucharles en directo y de poder plantearles preguntas. Hablaron sobre todo de la situación económica y de su evolución desde su llegada al Gobierno. Lo cierto es que, después de oírles, lo primero que pensé es que estamos en buenas manos. Son personas competentes que sin duda saben de qué hablan y lo han aprendido en algo más de tres tardes.

Sin embargo, hubo una pregunta que les formularon a los dos y cuya respuesta me llamó la atención. Preguntados por la reforma estructural de la Administración, ambos se centraron en hablar de la reducción de gastos o de personal que ya se había hecho. Y eso a pesar de que tenían fácil la respuesta, ya que en España se creó en 2012 una Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas (CORA), que presentó 217 propuestas de todo tipo y creó una oficina (OPERA) para implementarlas. En dicho trabajo hay muchísimas medidas sensatas que deberían estar priorizadas y calendarizadas y que deberían ser el inicio de un movimiento reformista imparable que nunca debería concluir, como no acaba nunca la necesidad de innovación y adaptación al mercado y a los clientes de cualquier empresa.

Porque hay muchas reformas que hacer en la Administración que van mucho más lejos que el recorte de gastos y que ni siquiera tienen por qué costar dinero. Pero claro, cualquier reforma de este tipo exige una estrategia y una constancia que sobrepasa una legislatura y, además, son reformas antipáticas. No hace falta más que acordarse del lío de las cocinas de los hospitales para darse cuenta de que hay cambios que cuestan mucho más de hacer que otros, por sensatos y lógicos que sean.

Como las cosas las hacen las personas y el principal activo de la Administración son personas, esta reforma pasa inevitablemente por una reforma del estatuto de la función pública que permita una gestión estratégica de las personas y que las involucre en los cambios. Porque hay preguntas que los ciudadanos de segunda, los que dependemos del estatuto de los trabajadores, llevamos muchos años haciéndonos y que merecen una respuesta: ¿por qué estudiar una oposición te da patente de corso de por vida, independientemente de lo bien o mal que hagas tu trabajo? ¿Por qué no es posible evaluar su desempeño para premiar a los buenos funcionarios y evitar la desidia de otros? ¿Por qué están solo abiertos de 8 a 15 en lugar de adaptarse al horario del ciudadano-cliente?… A los funcionarios que hacen excelentemente su trabajo, que hay muchos, tendríamos que hacerles un monumento a la responsabilidad y a la auto-motivación, porque actúan con profesionalidad a pesar de ver todos los días cómo algunos compañeros, sin hacer ni la mitad que ellos, tienen los mismos derechos.

En una ocasión pregunté a un alto cargo de la administración de Navarra por esta cuestión y me despachó con un “ese es el chocolate del loro”, seguramente porque estaba mirando la cosa en términos economicistas como de Guindos. Pero de lo que se trata aquí no es solo de coste, sino de la transformación de una organización para que sirva mejor a su propósito. Y no he visto nunca transformar ninguna organización en cuatro años ni sin la participación de sus trabajadores y el liderazgo de sus mandos. Que la Administración sea una organización excelente, eficaz y al servicio de los ciudadanos es un derecho de todos los navarros. Para empezar de los navarros que trabajan en ella y no tienen por qué lidiar con un ambiente alienante e injusto.

Visto lo visto, mucho me temo que la única manera de conseguirlo va a ser que los ciudadanos nos lo creamos y lo exijamos todos los días para que se llegue a un pacto supra-legislatura que permita esa transformación. De no ser así, la Administración acabará siendo un pesado lastre para Navarra.

 

Institución Futuro
Share This