Hace unos días la presidenta de la Cámara de Comptos, Asun Olaechea, acudía a la comisión de desarrollo económico del Parlamento de Navarra para exponer las conclusiones del informe de reestructuración del sector público en Navarra. Además de narrar el ahorro conseguido con la citada reestructuración, que comenzó en 2009, Olaechea afirmó que “hay mucho trabajo por realizar para mejorar la eficiencia y al eficacia en el sector público y sus entes dependientes”. Habló, además, de la necesidad de que haya indicadores que puedan evaluar los objetivos de las políticas públicas.

Ojalá se escucharan más veces en el debate público ideas como las mencionadas. Es más, sería conveniente que se pusieran en práctica. ¿Cuántas veces hemos visto planes públicos sin indicadores que puedan corroborar su efectividad; o indicadores sacados de la manga que no estaban relacionados con el plan en cuestión pero que favorecían al gobierno de turno? Lo de la eficiencia y eficacia en la Administración ya es de matrícula de honor: no conozco a ningún dirigente en activo que se plantee reformar de verdad la Administración, puesto que esa medida sería harto impopular. Los ciclos electorales, cifrados en cuatro años, no parecen dar de sí como para arriesgar la popularidad con el funcionariado.

Pero cuatro años pueden dar para mucho. Que se lo digan al cuatripartido navarro. El reciente informe publicado por Institución Futuro ha puesto de manifiesto cómo el actual Gobierno ha contado, en esta legislatura, con más de 1.000 millones de euros de recursos disponibles respecto a 2015 para hacer su política. Estos ingresos han venido, por un lado, de ingresos fiscales impulsados por el propio crecimiento económico –del que el Gobierno no es responsable- y de la reforma fiscal, que no solo ha afectado a las rentas altas, sino también a las medias y bajas. Y por otro lado, ha habido un trasvase de recursos de unos departamentos a otros, evidenciando cómo el cuatripartito no ha apostado por el departamento de desarrollo económico, es decir, por el futuro.

Pero como siempre hemos defendido, no se trata de gastar por gastar, sino que hay que gastar mejor. El gasto, desde nuestro punto de vista, ha de hacerse con cabeza, equilibrando el largo plazo y el corto, es decir, pensando no solo en lo urgente, sino también en lo importante. En este sentido, endeudarse todavía más como ha hecho el Gobierno de Navarra resulta del todo irresponsable: el incremento neto de deuda de 2015 a 2018 ha sido, de 2015 a 2017, de 431 millones de euros y ha alcanzado una cifra récord. O dicho de otra forma: la deuda por habitante ha pasado de 5.221 euros a 5.660, 439 euros por cabeza. La ortodoxia fiscal hubiera sugerido aprovechar los vientos de cola del crecimiento económico –que desde el think tank nunca se ha negado- para afrontar una mayor amortización de deuda pública para tener margen de actuación para cuando, en el futuro, entremos en una fase negativa del ciclo económico.

El análisis del destino de esos nuevos recursos antes mencionados muestra que el incremento se ha concentrado en las transferencias corrientes, es decir, en la entrega de recursos a beneficiarios sin contrapartida por parte de estos, en gastos de personal y en gastos corrientes –que son los recursos que se consumen en el ejercicio en curso para la prestación de los servicios que corresponden a la Administración. Por el contrario, las inversiones reales, por ejemplo las infraestructuras, no se han beneficiado del incremento de recursos presupuestarios, muy al contrario, se han reducido en un millón de euros.

El cuatripartito saca pecho porque ha dedicado los recursos “a lo social”, uno de los puntales de su acuerdo programático, pero tal y como va a ir desmontado Institución Futuro en sus siguiente estudios, el gasto no ha sido el adecuado ni ha mejorado la calidad de los servicios públicos. Por el contrario, lo que ha habido es un gasto poco eficiente. Las previsiones económicas sobre Navarra son muy positivas, pero no caigamos en la autocomplacencia: la economía es cíclica, y tarde o temprano, esperamos que tarde, la economía se resentirá. Será entonces cuando se verá el impacto de las políticas públicas puestas en marcha por el actual Gobierno, y el daño que éstas han causado en la economía, en las empresas y en los ciudadanos. Tiempo al tiempo.

Institución Futuro
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