Expansión, 5 de abril de 2003
Julio Pomés, Director de Institución Futuro
Me había prometido no escribir sobre la guerra: es un tema duro. El motivo que me mueve a hacerlo es contrarrestar el pensamiento único que nos está imponiendo la mayoría de los medios de comunicación.
Me había prometido no escribir sobre la guerra: es un tema duro. El motivo que me mueve a hacerlo es contrarrestar el pensamiento único que nos está imponiendo la mayoría de los medios de comunicación.

Lo primero que quiero desenmascarar es la visceralidad antinorteamericana latente en muchas de las protestas contra la guerra, frustración que tiene su raíz en lo mal que aceptamos el poderío de EEUU y el legítimo orgullo de sus ciudadanos. Es sorprendente la cantidad de guerras atroces que está habiendo, sin que haya habido contestación alguna en la calle.

El Informe 2002 del Swedish Internacional Peace Research indica que sólo en el año 2001 hubo 24 guerras, la mayoría de ellas en África; todas ellas más sangrientas que la de Irak. Los miles de niños asesinados o mutilados, por el hecho de pertenecer a una determinada tribu, no han merecido algarada alguna, pero los yanquis sí las merecen.

Fue una torpeza que EEUU no culminara la Guerra del Golfo, error que permitió a Sadam continuarla bajo la forma de genocidio contra su pueblo. El resultado de la satisfacción del ego del déspota ha sido completo: niños asesinados delante de sus padres, decapitación de prostitutas, millares de presos políticos torturados, y cientos de opositores asesinados en sus ensayos con armas químicas.

A esos crímenes hay que añadir los miles de chiíes del sur, masacrados en dos ocasiones, y los 182.000 kurdos del norte gaseados. También es un hecho probado el que ha estado premiando a las parientes de los kamikazes palestinos con 25.000 dólares por familia.

Ahora nadie duda de que utilizará a su población civil como escudos humanos, y que no titubeará en asesinar, si le hacen falta imágenes espantosas con las que ganar la guerra en los medios de comunicación.

Quizás si la guerra hubiera sido después del atentado de las Torres Gemelas, no habría habido la contestación mundial que vemos ahora. Entonces todos nos sentimos americanos; hoy no es así. Los franceses quieren proteger sus actuales privilegios petrolíferos en Irak. Rusia quiere aparentar que todavía es un país importante, con el que se debe contar.

Los alemanes prefieren desviar la atención hacia fuera, preocupándose por la guerra, en lugar de ‘ocuparse’, aumentando sus 1.500 horas de trabajo/año para alcanzar las 2.000 americanas (no olvidemos que la crisis económica germana es la causante de la europea).

De otro lado hay que reconocer que EEUU ha ‘vendido’ mal la guerra al mundo. Un ejemplo es su ministro de Defensa: con sus declaraciones ha incomodado innecesariamente.

A Sadam se le podía haber vencido si las cancillerías de todos los países hubieran dejado fuera los orgullos nacionales: ésa es la guerra que todos hemos perdido, y que hubiera evitado la que ahora vemos. No sé si mis líneas les habrán ayudado a consolidar o mudar su criterio. Les aseguro que yo me siento incapaz de posicionarme, y me alivia el no tener la responsabilidad de tomar decisión alguna en este drama humano.

En lo que sí me pronuncio es en la conveniencia de que los forjadores de opinión sean más justos en sus apreciaciones, y eviten dejarse seducir por el resentimiento mezquino hacia la primera democracia del mundo.

Institución Futuro
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