Expansión, 29 de abril de 2017
Emilio Huerta, miembro de Institución Futuro

En un informe reciente del FMI donde se identifican factores que impulsan el crecimiento de la economía española, se insiste en relacionar la débil productividad agregada con la persistencia de muchas empresas de reducido tamaño. Desde el Círculo de Empresarios reconocen los obstáculos existentes en el marco institucional de la economía para aumentar el tamaño empresarial y entre las iniciativas que plantean sugieren eliminar las barreras legales, regulatorias y fiscales que tienen las compañías para aumentar su volumen de negocio.

El tejido empresarial español se caracteriza por una gran fragmentación, con un predominio elevado de pequeñas y microempresas y un número reducido de grandes compañías. A finales de la década pasada, en el sector privado existían 2,7 millones de empresas que empleaban a 12,1 millones de personas; en las mismas fechas y los mismos sectores, en Alemania había 1,8 millones de empresas para 21,2 millones de ocupados. Según la OCDE, en ese tiempo España contaba con 3.305 empresas grandes (con más de 250 trabajadores) mientras que en Alemania el número era de 8.995.

En este contexto, se ha configurado un estado de opinión entre empresarios y académicos que se resume como sigue: a) La evidencia entre empresas de distintos países pone de manifiesto que la productividad, propensión exportadora y propensión innovadora de las empresas aumentan con su dimensión. b) El tejido empresarial español se caracteriza por una presencia relativamente mayor de empresas pequeñas que otros países vecinos.

La conclusión que se establece es que aumentando el peso en el tejido productivo de empresas medianas y grandes en detrimento de las pequeñas se producirá un avance importante en productividad, innovación e internacionalización de las empresas españolas.

A partir de este diagnóstico, la recomendación de política económica dirigida a aumentar la dimensión de las empresas españolas parece del todo justificada. Sin embargo, el razonamiento y la propia recomendación final resultan incompletos porque ignoran un aspecto importante. La existencia de correlaciones estadísticas entre tamaño y productividad, como se observan, no implica que existan relaciones de causalidad entre ellas. Si existen factores desconocidos que explican la distribución de tamaños, primero hay que analizar cuáles son los determinantes de la dimensión empresarial y la productividad.

Si las diferencias en el tamaño de las empresas entre unas economías y otras responden a la misma variable no observable, por ejemplo la calidad en la gestión empresarial, que también explica las diferencias en capacidad innovadora y de internacionalización, mientras no se actúe sobre esa causa común se puede artificialmente influir en el tamaño, pero sin efecto alguno sobre la productividad, la innovación y la internacionalización. Cualquier análisis sobre el tamaño de las empresas debe comenzar por identificar si el tamaño es causa o efecto.

Organización y gestión

La evidencia empírica sobre esta cuestión es controvertida. Numerosos economistas han situado las explicaciones sobre la insuficiente dimensión de las empresas españolas en el marco institucional, la regulación del mercado laboral, las normas fiscales y deficiencias en el funcionamiento de los mercados financieros. Por otro lado, Huerta y Salas (2012, 2014 y 2016) contrastan que las diferencias en tamaños medios empresariales observadas en una muestra de países responden más a factores de organización y gestión interna de las empresas asociados con la calidad del recurso empresarial y a la confianza entre los principales actores de la empresa que a diferencias en el funcionamiento de los mercados.

Si esta hipótesis se confirma, la recomendación de política económica que emerge es muy distinta a la que insiste en consideraciones de políticas regulatorias y fiscales, pues sugiere focalizar las iniciativas para la mejora de la productividad en aspectos relacionados con el funcionamiento del mercado de empresarios y la profesionalización de la gestión.

Así, aspectos como la mejora en la gestión de las empresas familiares, la utilización de técnicas avanzadas de gestión y la difusión de las mejores prácticas entre las organizaciones en un contexto de confianza entre trabajadores, accionistas y directivos serían los impulsores clave para conseguir el aumento del tamaño y la mejora de la productividad.

Si se pretende reducir la fragmentación empresarial y actuar sobre la distribución de tamaños se debe otorgar prioridad a políticas públicas que incidan en la mejora de la gestión empresarial impulsando la profesionalización de la dirección, frente a iniciativas que actúan sobre el funcionamiento de los mercados laboral, financieros y de productos. La cualificación adecuada de los miles y miles de empresarios y directivos que configuran el tejido económico de España son condiciones necesarias para que se adopten las mejores prácticas en gestión empresarial que afectan, sin duda, al crecimiento de las empresas, su tamaño y su productividad.

Institución Futuro
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