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Desde hace meses Institución Futuro viene publicando una serie de informes en los que analiza los Presupuestos Generales de Navarra de esta legislatura. Nuestra motivación no ha sido otra que la de entender qué política económica y social ha llevado a cabo el actual Gobierno y valorar si ha sido la más adecuada para el sostenimiento del sistema de bienestar de nuestra región. La respuesta, clara y contundente, es que no: el actual Ejecutivo no ha aplicado la mejor política económica en una coyuntura favorable para Navarra.

No ha sido la mejor porque, a pesar de haber contado en el trienio 2016-2018 con 1.037 millones de euros de recursos extra frente a los PGN de 2015, se ha aprobado una reforma fiscal con claro afán confiscatorio que ha afectado a las clases medias. A pesar de contar con unos ingresos fiscales récord, el Gobierno ha apostado por un mayor endeudamiento y alargamiento de los periodos de vida de los préstamos. Además de aumentar del personal de la Administración, lo que reducirá el margen de actuación presupuestaria cuando vengan mal dadas, que vendrán. Y lo que es peor, los nuevos recursos no se han empleado con eficacia para ofrecer unos mejores servicios a los ciudadanos. Así lo atestiguan multitud de indicadores en áreas como salud, educación, derechos sociales…

Por si fuera poco, en esa política de fomentar el gasto se ha primado el corto plazo frente al largo. ¿Qué se ha olvidado? Aquellos gastos e inversiones que fomentan la competitividad de la economía. Así lo atestigua el descenso en el gasto asignado al departamento de Desarrollo Económico (que sufrió un recorte del 35% en 2016 del que no se ha recuperado en los presupuestos de 2018) y su pérdida relativa de peso en el presupuesto. Un grave error, puesto que para sostener y mejorar los servicios públicos del futuro hay que invertir en el presente en los recursos necesarios para afianzar la capacidad de crecimiento de los próximos años e invertir en infraestructuras clave, como el TAV y el Canal de Navarra.

La innegable buena coyuntura actual, en términos de crecimiento del PIB y de empleo, no debería distraernos de algunos síntomas preocupantes de pérdida de competitividad que, mucho me temo, traerán malas consecuencias en el largo plazo. Me refiero a que la industria manufacturera de Navarra está perdiendo peso en el PIB regional, mientras que en el mismo periodo en la otra región industrial por excelencia, el País Vasco, el peso de la industria aumenta. El Indicador Ceprede de Competitividad Regional también nos advierte de que la ventaja de competitividad de Navarra respecto a la media nacional y respecto al País Vasco se está reduciendo. O el PIB per cápita, que en Navarra disminuye mientras que en el País Vasco aumenta.

Dicho esto, desde Institución Futuro defendemos que otra política económica es posible y deseable para Navarra. Nuestro think tank defiende, como requisito fundamental en la actual coyuntura, que se priorice el superávit presupuestario y se reduzca la deuda pública. En este sentido, Navarra merece una política fiscal que modere el esfuerzo de personas y familias, así como la tributación de las empresas, de forma que contemos con un sistema fiscal equilibrado y competitivo que, junto con otros objetivos, como el redistributivo, contribuya al crecimiento económico, a la creación de empleo y a la creación de nuevas empresas.

Dado que el dinero que gestiona la Administración es de todos los contribuyentes, qué menos que exigir que ésta sea eficiente y eficaz, que aproveche al máximo los recursos que emplea –con la mínima burocracia posible- y sea ejemplar en la incorporación de nuevas tecnologías, impulsando para ello la transparencia, la fijación de objetivos, la evaluación de desempeño y la rendición de cuentas.

Una de las debilidades competitivas de Navarra son las infraestructuras. Deben ser prioritarias, modernas y efectivas (me estoy refiriendo al TAV, banda ancha, carreteras, suelo y Canal de Navarra), contribuirán sin duda alguna a la eficiencia económica y a la equidad territorial y ayudarán a otro objetivo necesario: el aumentar el dinamismo empresarial. No olvidemos que la empresa privada es la principal generadora de riqueza y empleo, por lo que se debe favorecer, además, su innovación, su apertura al exterior y la búsqueda de tamaño eficiente.

Otro tema capital para la competitividad a largo plazo es la educación. Ésta ha de enfocarse, junto con la formación, a la empleabilidad futura, teniendo en cuenta las necesidades de las empresas y de la sociedad. Y debe hacerse respetando la pluralidad y el derecho de los progenitores a que sus hijos reciban una formación de acuerdo con sus propias convicciones.

Por último, no se puede seguir negando que Navarra se enfrenta a un grave problema a medio plazo por el envejecimiento de la población. Si no se desarrollan políticas efectivas –incluida la fiscal- de fomento de la natalidad que como mínimo equiparen a Navarra con el resto de las regiones españolas, mucho me temo que el problema no hará sino agrandarse.

En definitiva, esta legislatura ha sido una ocasión perdida. La demostración palpable de que gastar más no asegura, per se, un mejor servicio. La coyuntura económica que se avecina va a ser más difícil y tenemos más deuda que nunca y una Administración inflada. Y por si fuera poco, nuestra fiscalidad ya no es atractiva. Aprovechando la autonomía de la que disfruta el Gobierno de Navarra, hay que cambiar de rumbo y apostar por una política económica como la que preconizamos. Solo así mejoraremos nuestra competitividad y podremos crecer de forma sostenible. Y a su vez conseguiremos reforzar y afianzar el pilar social.

 
Institución Futuro
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