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A nadie le sorprenderá la afirmación de que la planta de Volkswagen de Landaben es un pilar imprescindible para la industria y la economía de Navarra.

Logró un beneficio después de impuestos de 66,2 millones de euros en 2020 (frente a los 78 millones de 2019 o los 65,6 de 2018), una cifra más que reseñable en un año como fue el de la pandemia. La fábrica cerró el año pasado con una plantilla de 4.754 trabajadores o, lo que es lo mismo, VW es el máximo empleador de la Comunidad Foral. La cantidad de empresas satélite que proveen a la factoría son muy numerosas y el empleo indirecto que genera alcanza los 18.000 trabajadores. Su aporte al PIB local es del 6%, representa el 14% de la industria y contribuye de manera más que sustancial con el pago de diferentes impuestos (IRPF, sociedades…) a la Hacienda Foral. En definitiva, el devenir y las decisiones que se toman en VW –algunas desde Pamplona y otras desde su sede en Wolfsburgo- resultan de suma importancia para la Comunidad Foral y para sus habitantes. 

Pero es que Volkswagen es para Navarra mucho más que una mera fábrica de coches. Es la punta de lanza de la calidad industrial de Navarra. Lleva décadas enseñado lo que es la calidad, la organización de la producción, la digitalización… La implantación en Navarra de más de cien multinacionales ha hecho que haya una gran cantidad de buenísimos directivos y ejecutivos que hay que saber cuidar, mantener y hacer crecer.

Precisamente estos días está sobre la mesa el PERTE (Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica) y Volkswagen ya ha anunciado su intención de que sea España la que acoja a una de sus factorías de baterías y a la producción de vehículos eléctricos pequeños de todo el consorcio. Ahí es nada. El que Navarra fuera la sede de dichos proyectos supondría un impulso en términos económicos impresionante y necesario para la región. 

Dada la importancia de esta decisión, estoy convencido de que el Gobierno de Navarra está haciendo todo lo posible, en público y también en privado, para convencer a VW de que sea Landaben quien se lleve el gato al agua y tenga el futuro asegurado (no en vano, la propuesta de la Comisión Europea consisten en que a partir de 2035 se dejen de vender coches de combustión). No es el momento de dar explicaciones sobre todo lo que se hace ni negociar con luz y taquígrafos; pero sí de ser efectivo en las gestiones y dar el do de pecho, ahora más que nunca. También sería interesante que la oposición estuviera informada, hasta donde se pudiera, de las gestiones realizadas; ahora parece dar la impresión de que no lo está por los mensajes que se trasladan de crítica, que obviamente no son buenos para las negociaciones. 

Nuestra región siempre ha sabido jugar bien estas partidas. Es el momento, ahora que aún no está la decisión tomada- de generar confianza, de posicionarse a favor de las empresas, de acercarse a ellas para entender sus necesidades y problemáticas e intentar allanar el camino y ayudar. De facilitar en vez de poner trabas, de plantear una fiscalidad interesante, de mostrar un frente unido, de que a los partidos políticos se les vea juntos con los mismos objetivos… Todos a una para lograr que la región resulte atractiva para invertir, para que la atracción de talento resulte sencilla y la decisión sobre dónde implantar la producción del coche eléctrico no tenga duda. 

Con VW nos jugamos el futuro del sector en la Comunidad Foral, que durante años ha ostentado el liderato económico español pero que ahora, por desgracia, estamos perdiendo. El que VW supedite en parte su decisión de dónde instalar la producción de eléctricos a las ayudas públicas que reciba complica aún más la decisión, puesto que entran en juego no solo criterios técnicos –en los que Landaben es imbatible- sino políticos. Todavía estamos a tiempo de ganar esta partida, pero solo lo haremos unidos.

José María Aracama Yoldi. Presidente del think tank Institución Futuro.

Institución Futuro
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